sábado, 29 de enero de 2022

Estoy leyendo a Susan Sontag mientras trabajo y me viene a la cabeza lo siguiente: las conversaciones escritas y las fotografías tienen una relación similar con la violencia y la violación, tal y como Sontag las plantea en su ensayo. En el fondo ambas son una imagen a interpretar. Son un objeto físico (y/o virtual) al que se puede volver tantas veces como se quiera. Ambas se pueden re-leer tantas veces como venga en gana. Son un objeto al que recurrir. Incluso hay quien las almacena y llora su pérdida (conversaciones antiguas de WhatsApp al cambiar de móvil o hilos de email borrados). 

Las fotografías van de la mano de la nostalgia (o la nostalgia acompaña a las fotografías ¿?). Sin embargo, una imagen con texto es capaz de detonar muchos más afectos (considerando la nostalgia un afecto ¿?). La fotografía se toma desde la consciencia de querer ser reproducida en un futuro, el mensaje escrito no. El mensaje tiene lo ligero de la palabra que transcurre en el tiempo, pero a la larga se convierte en una imagen fija que atraviesa la retina tantas veces como se quiera.

El mensaje escrito, la imagen repleta de símbolos, es un objeto que no solo acontece sino que además permanece en el tiempo. El mensaje escrito te jode tantas veces como quieras. El mensaje escrito te atraviesa en su repetición sea cual sea el estado en el que estés. 

Es una manera de contener y "disparar", de mostrar sin buscar ser respondido. Una manera de demandar una (re)acción. 

(seguramente este post continúe pero estoy un poco torpe ahora mismo)


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